Todos los padres tienen ideales cuando se trata de criar a sus hijos. Queremos que sean inteligentes, exitosos, felices y, sobre todo, amables.
Pero, ¿realmente les estamos enseñando que la amabilidad es tan importante como el éxito personal?
Investigadores de Harvard, preocupados por los valores que nuestros jóvenes parecen priorizar, decidieron investigar esta cuestión.
En el marco del proyecto Making Caring Common, realizaron entrevistas a 10.000 adolescentes en EE. UU. entre 2013 y 2014.
El resultado fue revelador: el 80% de los adolescentes creían que sus padres valoraban más su éxito y felicidad personal que su capacidad para cuidar a los demás.
La brecha entre lo que decimos y lo que hacemos
Aunque el 96% de los padres aseguraron que desarrollar principios morales en sus hijos era «importante, si no esencial», el estudio demostró que los jóvenes no lo perciben de esa manera.
Solo el 19% de los encuestados afirmaba que sus padres les enseñaban a priorizar el cuidado de los demás, mientras que el 54% consideraba que el éxito académico era lo más importante, y el 27% creía que la felicidad personal era la prioridad de sus padres.
Este desequilibrio es evidente en la siguiente afirmación, con la que los jóvenes se identificaron: «Mis padres están más orgullosos si saco buenas notas que si soy una persona compasiva en mi entorno».
Ante este panorama, Harvard propone una serie de estrategias para criar a niños más amables y éticos.
Cuatro claves para criar a un niño amable
1. La práctica hace al maestro
La amabilidad no es una cualidad que todos los niños desarrollen de manera innata. Necesitan practicarla diariamente.
Desde ayudar a un amigo con sus tareas hasta colaborar en casa o participar en proyectos comunitarios, estas pequeñas acciones cotidianas son esenciales para que los niños interioricen los valores de la empatía y la colaboración.
Es fundamental que los adultos guíen y apoyen estas prácticas, brindando a los niños oportunidades concretas para ser amables en su entorno más cercano.
2. Ayudar a manejar las emociones destructivas
Las emociones como la ira o la envidia pueden ser un obstáculo importante para desarrollar la empatía.
Los niños, al sentirse abrumados por estas emociones, a menudo encuentran difícil cuidar de los demás.
Los padres y adultos deben ayudar a los niños a gestionar estas emociones de manera saludable y productiva, enseñándoles técnicas de autorregulación y autocontrol.
3. Enseñar a «acercar y alejar el zoom»
Una habilidad clave para criar a un niño amable es enseñarle a ser consciente tanto de las necesidades de su entorno inmediato como de las realidades más amplias. Es lo que los investigadores de Harvard llaman «acercar y alejar el zoom».
Esto implica enseñar a los niños a preocuparse tanto por su familia y amigos como por personas que suelen pasar desapercibidas, como un nuevo compañero de clase o el personal de limpieza de la escuela.
Ampliar este círculo de preocupación permite que los niños desarrollen un sentido más profundo de justicia y equidad en sus comunidades y en la sociedad en general.
4. Ser un modelo moral sólido
Los niños aprenden observando a los adultos. Ser un buen ejemplo es crucial para que ellos desarrollen principios éticos. Sin embargo, los padres no necesitan ser perfectos. Es más importante reconocer y corregir los errores.
Los investigadores señalan que al admitir nuestras propias fallas, también estamos mostrando a los niños que la amabilidad y la justicia son valores que debemos practicar y mejorar continuamente.
En este proceso, también es útil «acercar y alejar el zoom», mostrando empatía por quienes están cerca de nosotros y por aquellos que a menudo no reciben la atención que merecen.
De esta manera, ayudamos a los niños a entender la importancia de la equidad y la compasión.
El camino hacia una sociedad más empática
En un mundo cada vez más centrado en los logros individuales, es fácil olvidar la importancia de cuidar de los demás.
Sin embargo, investigaciones como la de Harvard nos recuerdan que criar a niños amables no solo es posible, sino esencial para construir una sociedad más justa y empática.
La clave está en el ejemplo, la práctica diaria y la capacidad de enseñarles a los niños a ver más allá de sus propias circunstancias. Con estas herramientas, podemos ayudar a las nuevas generaciones a valorar la amabilidad tanto como el éxito personal.